El crecimiento de la ciudad de Murcia devora de manera espontánea y desordenada el tejido cultivado de la huerta que la rodea. Su rica estructura de acequias, molinos y norias se desdibuja y desaparece paulatinamente.

La mota del río, nacida para proteger la ciudad y la huerta de las avenidas que anualmente la inundaban, ha sido convertida recientemente en carril bici. Este sendero deportivo está propiciando un sorprendente reencuentro de los ciudadanos con un paisaje que daban por muerto. Por este camino silencioso acceden fascinados a una huerta profunda, rica, poco urbanizada, retirada de las carreteras y pedanías que en su día guardaron prudente distancia respecto del cauce huyendo de sus crecidas.

Desgraciadamente, un tramo de este paseo se convertido en urbanizable por la proximidad de una carretera desde la que se accede a parcelas para las que el río se convertirá en fachada “trasera”. Esta vivienda es la primera en instalarse sobre dichas parcelas.

Denominadas tradicionalmente como “sotos del río”, estos lugares de suelo especialmente fértil quedan hundidos respecto a la carretera y a la propia mota; desnivel que, sorprendentemente, el planeamiento propone rellenar eliminando, además del cultivo tradicional, su valor topográfico físico e histórico.

La vivienda se propone como una pasarela que superpone la vida de una familia al cultivo de un paisaje inferior que se mantiene intacto.

La construcción es degradada verticalmente respecto al impacto en el medio y al orden constructivo. Una losa de hormigón prolonga la acera de la calle sobre pilotes retrasados. Sobre ésta apoya una estructura metálica ligera con distintos vuelos que vacían al máximo las plantas inferiores del solar.

Circuito del agua de lluvia, acequias y riego.

Diseño de la piedra-sala bajo la casa.

Los revestimientos pretenden un juego doble de integración con el paisaje, por un lado material y cultural –madera y tejidos metálicos colocados como un parcheado de materiales encontrados-; y por otro, mediante un suave efecto ascendente de ligereza, apoyado en texturas cuyo color y traslucidez fluctúan diaria y estacionalmente en función de las condiciones meteorológicas.
La reorientación del volumen principal respecto a la parcela, junto a un exigente control solar y la ventilación cruzada de todas las estancias reducen sensiblemente sus necesidades energéticas de climatización.

Por último, la jardinería se apoya en una red de canales que nacen en la recogida de lluvia de la vivienda, conectados con el agua de riego de acequia tradicional. Un estudio detallado de especies autóctonas propone un sistema de explotación adecuado a las nuevas condiciones de soleamiento de la parcela, incluyendo un pequeño bosque de ribera –Populus Alba- que aporta intimidad a la vivienda respecto al paseo del río.